Para que no entristezcas y quererte menos

El viento grita melodías leves y desiertas
El ocaso opaca las cosas, las hace mas inservibles
Las bancas llevan su vacío de forma dispersa
Y el horizonte se alegra, con un egoísmo… clave para el odio.

Es en este lugar, donde puedo escuchar tristes imágenes bellas
Donde todo, se vuelve selva o temible ande
Porque estas épocas llanas, de soledad, me golpean el afiebrado corazón 
Y me hacen evaporar en los ojos, soledad, que hierve dentro, en mi agotado espíritu guerrero.

Es en este cuerpo, en esta hora, que la vida se acomoda a tu dulzura
Y grita espacios de recuerdos diversos, llenos de tu rostro de oxígeno.
Es en esta tonalidad de mi verde vida que me logro despertar de sueños inciertos
Y hacer que los recuerdos sean compactos, duros, más hirientes.

¿Quién Sabe?

Sin embargo, me tranquiliza pensar que tu y yo sabemos que la flecha no gira y se posa…
…para dos
En un mismo sitio…
Si no, sería letalmente obvio… audazmente absurdo.

Pues es más fácil cabalgar en mi pensamiento y servirme de ángel
Y es mucho más, colgarme de tu sinceridad, y servirte de antorcha.

No sé si mis cabellos se tornan más azules cuando te veo
Pero hasta mis poros te reciben con angustia, acaso, cansados de mi, al sentirte cerca
Ahora, solo hasta atinar que cuando me valla, no toparé con gaviotas
Para que esperen mi retorno, con la cena en brazos y poder sostener con ellos.
Tu vida de ave…
Tu cuerpo de lucero…
Tu alma de poeta…

Qué triste existencia la del alba.

De tanta gente en el mundo...
la vida está hecha, deshecha y triste, solitaria.

De tanta vida y tanta muerte maltrecha, de tantos pasos y tan pocos descansos,
la vida, ¿puede decirse?, está hecha.

Todo, al fin, se resume desde una mirada hasta los árboles más altos, más lindos, más claros
y qué bueno y qué tanto de ciegos y sordos y mudos... qué tanto de amor y de espanto
de tardes calladas, de pianos sus pausas infinitas, de años, la vida diminuta, la vida estrangulada
el amor lleno de hondonadas, la paciencia de virtud despojada es serenata que la muerte canta

La soledad escapa de los poros hacia el alba, la claridad entumece sus almohadas, un diván roto
una grieta enorme une al cuerpo el camino de la desgracia, y al corazón la desgracia del alma.

DESPEDIDA

Se agitan mis huellas, cada vez que te vas
Y suelta una cadena mi voracidad desolada
Se enrosca un problema, alado de tu rostro
Y corre una lágrima en las mejillas del viento desordenado.

Es entonces mi soledad un elemento envejecido
Que se cansó de luchar contra el mundo
Y hoy se despeja de sus últimas fuerzas
Y hoy llora su sangre embustera.

Es entonces mi pensamiento una aurora color violeta
Confiada y apasionada…
Que se despega del cielo herido y se posa en ti, en tus ojos…
En tu recuerdo de gaviota, de estrella iluminada.

El tiempo se recrea, en madrugadas que saben a tu espíritu
La risa inicia su ciclo adolorido por las horas…
La tierra canta dulce, tratando de olvidarnos
Y el cielo se oscurece, para, quizás, borrarnos con nuestros ojos pegados.

El aroma del silencio se cola nuevamente por mis manos
Solo es necesario frotarlas, para que griten intranquilas
Para que repartan campanadas de tu nombre
Y pueda así pensar que aún sigues a mi lado.

Protégete de la noche, al partir
Mira las veredas, para que no topes con mis pies descalzos
Retumba en el universo, para saber, que a pesar de brillar, vives todavía.
No te lances al vacío, porque mi época de nube se ha pasado volando…